Gris. Absolutamente todo gris, el negro también predominaba en ese cuadro. El blanco, únicamente aparecía en pequeños puntos de óleo en el cielo negro del paisaje pintado. Ellos representaban las estrellas de un mundo a lo menos triste, rancio, aburrido, monótono... Un mundo inimaginable para algunos y cotidiano para otros.
No recuerdo donde vi ese cuadro, mi memoria solo alcanza a ver su marco negro, sucio, desgastado y pulido en las esquinas.
Fue curioso lo que el cuadro produjo en mi mente, soy capaz de recordar su marco, su color pero no lo que estaba pintado. No me acuerdo del dibujo.. No se que clase de paisaje era, quizás un puerto o una habitación, o un bosque oscuro. No lo se.
Tengo en mi mente el color gris, el gris triste y melancólico que inundaba casi la totalidad del cuadro. Ese gris que asociamos con nuestros peores recuerdos, pero que, en ese cuadro, era diferente, decía otra cosa. Era el gris de mi niñez. Era el color de recuerdos de antaño , recuerdos que asocio por alguna extraña razón con las tardes de invierno en el parque, jugando con los demás niños de mi edad.
Los otros dos colores no significaron mucho para mi. El blanco me sorprendió. No me lo esperaba encontrar en el cuadro. El negro, por el contrario, sabía que iba a estar ahí. Pero lo esperaba más fuerte, más importante, menos difuminado en unos trazos que aun no se que querían dibujar en el lienzo aquel.
Un día me levanté sudoroso por la noche. Soñaba con ese cuadro, lo miraba y era incapaz de ver su dibujo, solo veía los colores y solo identificaba los puntos blancos. Pensé entonces, si en realidad yo había visto eso. Reflexioné e introduje una duda en mi mente: “A veces en un cuadro uno no ve lo que en realidad hay delineado, si no que ve lo que quiere su mente ver en él.” Comencé a pensar sobre eso, a lo mejor no veía un dibujo por que en realidad no quería verlo, a lo mejor quise ver un marco desgastado por que estaba más acorde conmigo. Me asaltaron esas dudas una y otra vez mientras fumaba un cigarro sentado en el sofá, al lado de mi cama.
¿ Y si en realidad, el cuadro no tuviese esos colores? Me pregunté. Puede que hubiese rojo o azul o verde, y a lo mejor yo quería verlos como negro, gris y blanco. Aquel pensamiento no era acorde con la naturaleza humana, pero incitó a mi mente a seguir más allá.
Fue entonces cuando me hice la pregunta: ¿Existe ese cuadro? ¿De verdad existe un cuadro en el que uno es incapaz de ver su dibujo? La respuesta negativa a esa pregunta me sobrecogió; y pensé en lo miserable de este mundo si eso fuese así. Si nadie hubiese pintado ese cuadro, para mi, nada tendría sentido. Sin embargo, yo, pero creo que con el pensamiento de gran parte de la humanidad, soy invadido por una sensación de cruda creencia ante esa respuesta negativa, ya que, esta me parece la más lógica.
Llegué a esa conclusión y apagué el cigarro. Me acosté y me tapé hasta la nariz con la manta.. Y, con los ojos en el vacío, suplique con todas mis fuerzas estar equivocado, y pedí, que existiese el pintor de un cuadro tan soberbio y magnífico como el que yo había soñado.
Y ahí...... nació el Profeta del Pintor, los cuentos y el mismísimo Pintor.
Y ahí...... nació el Profeta del Pintor, los cuentos y el mismísimo Pintor.
2 comentarios:
Cada uno ve las cosas que le rodean con su propio filtro de colores, cada un acentúa diferentes matices dentro de un mismo contexto; cada cual tenemos un tamiz dentro de nuestros sentidos que nos hace percibir las cosas como únicas.
Al menos, satisfácete con la idea de que recuerdas el marco; es más de lo que podemos decir otros.
Cando volvas pola terra da chispa; habemos de repetir conversas. A ver si é posible que, desta vez, os demos que nos rodean ó menos estén tranquilos...
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