jueves, 29 de julio de 2010

"El niño que jugaba con Almas"

Abro los ojos y percibo el movimiento de una aguja avanzando por la esfera de un despertador. Otra vez me despertó la claridad del día, son las once y cuarto de la mañana y he vuelto a apagar la alarma de las nueve y media.
La cama está completamente deshecha y me enseña que he tenido sueños revueltos. ¿que soñé? nunca me acuerdo...
Son las once y veinte, aun no me he movido... ¿a que espero?  supongo que ha tener ganas de vivir un nuevo día y disfrutar de él.
No hay café, hay que hacerlo y eso lleva tiempo. Me fumaré un cigarro mientras espero... son las once y treinta y cinco.
Me siento a leer un rato en el salón un libro que me dejó Daniella "El niño que jugaba con almas" dice que antes de morir un niño te quita el alma juega con ella y después cuando se aburre la devuelve a otra persona que va a nacer... No es mi estilo pero está bien.
Son las once y cuarenta y siete minutos y ya no hubo más tiempo después, solo una luz blanca.

Sara vivía con Daniella y veintidos horas y catorce minutos después leía  el periódico mientras desayunaba infusión y pastas cuando sus ojeras y cara hinchada de recién levantada se tornaron en una mueca de impresión después de incredulidad y veintitres segundos más tarde dió paso al llanto.
Y Daniella tardó lo que se tarda en leer esta frase en levantarse y preguntarle que ocurría. No contestó, pero nueve segundos más tarde Daniella leyó en el periódico el motivo de sus lágrimas.
Una explosión de gas le había quitado a su pareja, Javier.

El funeral fue 33  horas después de que Javier abriese los ojos esa mañana y exactamente un año un mes y un día de que el cura pronunciase la palabra Amén, conocía a Daniella en una fiesta en la playa.
Ella iba con Marcos, el anterior novio de Sara, a pedir una cerveza y Javier se la acercó he hizo un buen chiste. En esos momentos Sara cerraba los ojos para notar la brisa de la plaza más profundamente...
Y así pasó el día, los cuatro hablaron y rieron y mientras entre Javier y Daniella surgía el fuego de la juventud; el gélido frío de la rutina hacía su presencia entre Sara y Marcos. Ese día cumplían tres años, seis meses y veintinueve días.

Entre el chiste de Javier y el primer beso que se dió con Daniella pasaron seis cervezas por sus gargantas, ciento doce entre toda la gente de  la playa, diezmil setecientas catorce entre todos los bares de la ciudad y cuatrocientastreintatresmil cientocatorce en todo el país... pero solo una era la primera cerveza que bebía alguien en toda su vida. Ese alguien es Alzar, un emigrante que dos meses y tres días  después de corromper su fé islámica con aquella cerveza comenzó a trabajar con Manuel.

Alzar avisó setenta y tres horas y diez minutos antes de la explosión a Manuel de que la caldera del piso de Javier había que cambiarla, y Manuel aparcó delante del portal de Javier veinticinco horas y seis minutos antes de la tragedia pero se fue. La causa una llamada de dos minutos y tres segundos que le comunicaba que iba a ser padre.

Una hora y media después de esa llamada Sara cogía por primera vez un niño recién nacido en sus prácticas de medicina y le miró a los ojos... "se parecían a los de Javier" pensó. Cinco minutos y un segundo mas tarde le daba el niñó a María, su madre la mujer de Manuel.

Abro los ojos, bueno eso creo no se si los tengo abiertos. Hace calor y estoy completamente mojado. Recuerdo una luz blanca pero no se cuando y luego un niño jugando conmigo pero tampoco se decir cuando.
A los diez segundos vuelvo a ver la luz en una brecha delante mía. Tengo los ojos cerrados por que intuyo la luz en mis párpados no es que la vea.
Catorce minutos después mi cabeza empieza a ir hacia la luz y seis minutos más tarde sale por la brecha. Luego el cuello y el cuerpo y finalmente las piernas.
Me agarran con cuidado y oigo muchas voces... noto un golpe en el trasero y empiezo a llorar de lo que me duele.
Los recuerdos posteriores son difusos, estoy en los brazos de alguien y entonces abro los ojos... "Te conozco eres Sara" intenté decir pero no pude y un segundo más tarde ya no me acordaba de nada. Bueno, si una cosa más; una voz de un hombre decía:
"Sara anota: Hora de nacimiento: once y cuarenta y siete"