El Sr Escondido reposaba en la silla de una lúgrube cantina de Londres, jugaba con su ás de tréboles entre sus dedos cuando un pétalo de la rosa que llevaba en su solapa se soltó y volo hasta los pies de una señorita...
Libidinosamente pidió sinceras disculpas con el sombrero por el atrevimiento de agacharse a recogerlo. Se alzó delante de la muchacha y escrutó el ambiente del local...
-No tenía por que disculparse, ¿caballero?-
-Soy Mr Hyde... esta noche- Se sorprendió por la puntilla a la frase que dedicó con la serenidad que caracterizaba a su otro él: el Dr Jekyll.
-Para ser el señor escondido no esconde muy bien sus intenciones- dijo la señorita de ojos violetas, pelo rojo y pálida como la muerte misma. Se respiraba un pútrido aroma de tensión situacional en la cantina.
Hyde entró en ira delante de esa mujer, nunca le había pasado. Deseo descuartizarla con un hacha de leñador y tirar sus trozos a la jaula de las hienas del Zoo Real. Hyde, que pasó por ese trance que asustó a tantas mujeres antes, se quedo perplejo un momento.. "que me pasa? ¿que?......."
-Perdóneme señorita, creo que no necesito esconderme más- dijo Jekyll al tiempo que su mano le acercaba a la señorita el as de tréboles, la última carta de la baraja...
La muchacha cogió el obsequio, se levantó altiva y arrancó la rosa de la solapa de Jekyll y la tiró al suelo.
- Ya no la necesitas, te llega con la suerte - y con eso lo cogió del brazo y caminaron juntos hasta la puerta-
Al salir, bajo la luz de la luna llena reflejada en el Támesis Jekyll miró a la chica y le preguntó:
-Por cierto... ¿y tu nombre?-
-Suerte- contestó con una sonrisa en los ojos y una mirada en los labios.
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