sábado, 16 de mayo de 2009

Cuentos del Pintor I

"El filo de la libertad"

- Bonita hoja, padre- preguntó el niño de cinco años entre martillazo y
martillazo mientras miraba la espada que forjaba su padre-
El padre, un hombre robusto de ojos verdes y curtido por lo años le sonrío.
- La empuñadura es muy simple, padre- Observó el pequeño-¿No es para ningún noble, verdad?
- No hijo, no lo es- acertó el muchacho. El padre paró los martillazos y sumergió la hoja en un barril con agua. El sonido del metal incandescente al contacto con el agua fría paralizó momentáneamente al pequeño mientras miraba aquella hoja.
- Padre, ¿Es una espada para la guardia del Barón?- interrogó el chico mientras jugaba con un trozo de cuerda que había cogido del suelo.
- No lo es hijo, no- contestó con una sonrisa mirando a su hijo con la cara de un padre orgulloso. ¡Que inteligente es! Pensaba.
- Sin filigranas ni galanterías en la empuñadura… no es para la guardia del Barón…- el niño se empezó a tomar esto como una adivinanza como las que los trovadores y juglares les hacían en las fiestas de la cosecha.- ¡Ya se!- gritó- ¿es para el ejército del rey?
- Si hijo si, es para el ejército del rey- contestó el padre mucho más serio, mientras frotaba con un paño el fino acero de la hoja-
De un salto el niño se subió a la mesa de trabajo de su padre y se sentó con las piernas colgando, miró para todos lados y volvió a preguntar con curiosidad y preocupación incluso:
- Padre… si es para el rey, ¿por que has hecho una espada entera y no has forjado todas las hojas primero para luego incrustarles las empuñaduras, como cuando tienes que hacerle una remesa?- preguntó - ¿Solo te pidió una?- acertó a decir aunque muy extrañado.
¡Que inteligente es, por Dios! Volvió a pensar el hombre mientras sacaba filo a la espada. ¡Ni siquiera se lo había dicho a su madre!:
- Hijo no he recibido ningún pedido del rey- contestó con seriedad mirando a su hijo.
El niño se quedó sin opciones, su cabeza daba vueltas no entendía que pasaba ¿una espada para el ejercito del rey? ¿Sin pedido? ¿Solo una? Todas esas preguntas le asaltaban su cabeza mientras miraba a los ojos verdes de su padre con cara de estupefacción.
El hombre dejó de afilar la espada y se acercó con ella a su hijo, lo bajo de la mesa y se inclinó hasta ponerse a su altura con la espada apoyada sobre la rodilla y le dijo seriamente:
- Hijo, esta espada es para tu padre. Con ella lucharé junto a otros artesanos de nuestra cofradía en el ejército real - sus ojos miraban fijamente los de su hijo buscando una respuesta-
El niño no tardó en comprender lo que le decía su padre. Su padre se iba a la guerra. Los dejaba a ella y a su madre pudiendo quizás no volver jamás. Sus ojos se llenaron de lágrimas e intentó decir algo pero el temblor del labio inferior se lo impedía.
El hombre abrazó a su hijo contra su pecho y esperó a que se le pasara la congestión.
Al poco el niño empezó balbucear entre sollozos:
- ¡Padre, no vayas!- ¡No vayas a la guerra!- ¡No!-
El hombre lo alejó de su pecho y volvió a mirarle fijamente a los ojos:
- Escucha hijo- le dijo- He de ir a la guerra, es mi deber- Paró para ver la reacción de su hijo; escuchaba con atención- En tiempos de tu abuelo dejamos de ser siervos y nos convertimos en artesanos y campesinos libres; a cambio, entre otras cosas, juramos proteger estas tierras siempre que el rey lo pida o lo necesite en su caso- El niño ya no lloraba, si no que escuchaba a su padre como si se tratase de la palabra de Dios-
- El rey ha pedido nuestra ayuda- siguió el padre- Nos necesita para defender sus tierras, nuestras tierras, hijo. Por eso vamos a la guerra los hombres libres.
- ¿Padre y es tan importante ser libre?- preguntó otra vez el niño, aun impactado por la noticia-
- Lo es hijo, lo es- respondió- Voy a la guerra para que tu madre y yo podamos seguir siendo libres y para que el hombre que algún día serás también sea libre-
- ¿Pero por que es tan importante la libertad?- reiteró el niño. El hombre se levantó y miró a su descendiente, ahora era el quien tenía los ojos vidriosos. Suspiró, y sonrió al pequeño:
- Entenderás su importancia cuando seas mayor y la uses, hijo mío- Te prometo que lo entenderás. Ahora vete a ayudar a tu madre y no le digas nada de esto, ya lo haré yo.- ordenó a su retoño.
El niño salió corriendo de la herrería pensando en las palabras de su padre. El hombre miró su espada una vez más, una lágrima cayó sobre el filo.

No hay comentarios: