7:26 AM Continuando la tradicion de escribir al amanecer de mis días a hora y media de confiar el aprobado de un parcial(gracias a dios) a la sabiduria teórica de la gente que se siente a mi lado en el aula y a la inercia adquirida en la elaboracion de asientos contables de este verano; decido publicar algo que escribi hace mucho tiempo y que realmente por su significado para mi es lo mejor que he escrito. A día de hoy deseo que la gente me conozca un poco más y por ello publico algo que jamas pensé que haría, a las vísperas de un examen acudo a las enseñanzas de mi abuelo.
Enseñanzas
Cuando me sentaba en aquel sillón a la vera de mi abuelo para ver una película era feliz.
Fueron muchas las noches que, por hacer compañía a mis abuelos, dormí en Bedoya. Bedoya, es una calle de Ourense que transcurre paralela al Parque de San Lázaro, el parque más conocido de Ourense, y sube hasta más arriba de Buenos Aires hacia el Auditorio y la carretera que va al Hospital. Pero para mi Bedoya significa esa casa. Bedoya empezó a llamarla mi tía Patricia a esa casa cuando hicimos la mudanza de mi abuela unos años después de que muriera mi abuelo. Nunca antes le llamara Bedoya.
Aquellas noches que me quedaba a hacer compañía siempre acababan en la misma situación: Un nieto y su abuelo viendo una película en la televisión. A simple vista parece algo normal pero con el tiempo me di cuenta que era más que eso. Es dificil explicar que significaba eso para mi pero cada vez que lo recuerdo me siento bien, este o no lo esté en ese momento. Echo de menos volver a vivir otra noche como aquellas.
El Último Mohicano, El Patriota etc... eran solo algunas de las películas que vi con mi abuelo; lo importante no era la película, eran las cosas que mi abuelo me enseñaba con ellas, era la situación, era... era mi abuelo.
Recuerdo que viendo El Último Mohicano le dije en una escena en la que un francés disparaba a los indígenas con una pistola del siglo XVIII: Abuelo ha disparado tres veces y esas pistolas son de un tiro y hay que cargarlas de nuevo. No fueron esas las palabras justas seguro y tampoco recuerdo la contestación palabra por palabra de él pero se que me dijo que tenía razón que era un fallo de la película y que no se había dado cuenta él de eso, luego puso cara de aprobación. Esas caras de aprobación fueron lo que me enseñaba que las cosas que hacía estaban bien o mal, que lo que había dicho era ingenioso o inteligente o gracioso en algunos casos. Sentir esa aprobación de mi abuelo eran muy importantes para mi, y aun lo siguen siendo, por que cada vez que hago algo dentro de mi le veo juzgándome y diciéndome si eso que hice o no hice esta bien o no.No siempre hago caso a sus juicios, pero si que los siento, y a veces los sufro por que veo que no soy el nieto que el querría que fuera.
Se que el estaba orgulloso de mi por que era su último discípulo en el deporte, el me veía así. Cada vez que venía a ver un partido de baloncesto yo era feliz. Era curioso pero, de pequeño, quería que viniese a verme mi abuelo los partidos y detestaba que viniesen mis padres.El tenía ese único motivo para estar orgulloso de mi en esos momentos, yo tenía miles de ellos. Se que para cada nieto su abuelo es el mejor pero es que yo no es que sienta eso, que lo siento, es simplemente que me doy cuenta de que la gente, la gente quería a mi abuelo, lo apreciaba, veían en él una persona increíble capaz de mantener una familia unida, capaz de tomar decisiones duras o, por lo menos intentarlo aunque mi abuela siempre le reblandecía. Hay muchos motivos por los que mi abuelo se que fue alguien para recordar por todo aquel que le conoció.
Además de ver películas muchas veces me contaba historias de su vida, de la Guerra Civil, de cuando vivió en Marruecos, de su infancia de cuando fue deportista etc... A veces se repetía, contaba una historia que ya había oído antes, pero no me importaba, la volvía a oír, a recordarla a volver a aprender de esas historias, a sonreír con esas anécdotas graciosas.
Me encantaba pasar tiempo con mi abuelo, me encantaba dar vueltas por el bosque alrededor del pueblo cuando íbamos en verano, me encantaba verlo esperándome en una esquina a que pasase por ahí cuando corrí la carrera de San Martiño, me encantó verlo nadar por última vez, me encantó que un día entrase en el salón de mi pueblo y me dijese: A estas horas del día en ese sillón con la ventana al lado es un buen lugar para leer. Le dije que se sentará el pero desistió y se fue a buscar otro lugar para leer. Me di cuenta en ese momento que me trataba como alguien mayor, que ya había crecido y que merecía sentarme ahí a leer un libro.
Una de las mejores cosas que aprendí de él fue el gusto por la lectura aunque yo también tengo culpa de eso, no solo él.
Son muchos los recuerdos que tengo de él, la primera vez que le gané al ajedrez de la cual tengo una foto, la cara sonriente que ponía cuando entraba en el salón de Bedoya al verme, los ejercicios de coordinación que me decía que hiciese para compensar mi equilibrio etc... Pero el recuerdo más impactante que tengo de él fue el de la última vez que le vi.
Me iba de campamento y él había estado muy mal en el hospital, fui a despedirme y, en el momento no me di cuenta pero me dio un apretón de manos como nunca me diera antes. Apretó la mano y con la otra cubrió el apretón. Le mire a la cara y vi a mi abuelo con un pijama azul del hospital sentado en una silla con un tubo que le rodeaba la cara con dos prolongaciones que le entraban en los orificios nasales y con una risa esbozada en la cara.
Una sonrisa que cada vez que recuerdo, cada vez que me quedo mas seguro que era un reflejo de sus pensamientos, era una despedida, el sabía que no nos volveríamos a ver. Había oído que las personas presienten su muerte antes de morir, pero después de ese momento supe que con aquel apretón de manos mi abuelo se despidió de mi no por que me iba de campamento, si no que se despedía para siempre.
Me enorgullece saber que una de las últimas cosas que hizo mi abuelo antes de morir fue ver una foto de sus nietos. El no murió en el hospital, el murió después, cuando le dejaron irse a casa, el murió el día que terminaron los mundiales de atletismo después de verlos enteros y ver los mejores mundiales de España (le encantaba el deporte, sobretodo el atletismo), el murió al lado de mi abuela, como él quería, el murió un 12 de agosto. Ese día había lluvia de estrellas, y aquel año voló una estrella más, voló mi abuelo.
Se que mejor no pudo ser ese día, pero solo quería que me hubiese esperado a que le dejase que le contará lo que hice en el campamento, como hacía todos los años, solo hubiese cambiado eso.
Me has enseñado mucho abuelo, y aun me sigues enseñando.
¡¡¡¡¡Jaque Mate, abuelo!!!!! (Primera vez que le gané al ajedrez)
3 comentarios:
Joer hermanito.. menudas cosas escribes.Que sepas que me has hecho llorar con el texto del abuelo, es precioso. Seguramente el abuelo esté dond esté, está orgullosísimo de ti.
te quiero un montón. Antía*
Jaque Mate Abuelo^
Joder Oscar, y pensar que eres capaz de arrancarme una sonrisa siempre que te veo...ahora me hacias falta aqui, en mi leonera-habitacion para quitarme estas lagrimas de los ojos.
Bonitos recuerdos.
Ro
joder seco! todo empezamos nuestros comentarios igual XD!! no escribes nada mal. A ver para cuando un maratón de "doctor en alaska" o algo así.
Porciento, mis abuelos tambien vivian en bedoya...hasta que se mudaron. ¡¡Cuantos recuerdos!! Los porborónes en cualquier mes del año, fruto de la adicción de mi abuelo a los dulces al igual que las tazas de "paladín" tan espesas que la cuchara se quedaba clabada, el "Gran Prix" y "que apostamos" (dios mío! que programas más malos veía con mis abuelos)... Recuedo un día, cuando yo vivía en Vilagarcía, que me quedé a dormir en su casa (nada raro) y a la mañana siguiente querían ir a misa. Que chasco mas grande para ellos que ni mi hermano ni yo quisieramos ir. Fue interesante como uno nos quería obligar a ir y el otro decía que eso lo teniamos que decidir nosotros...fue hace muchos años y no recuerdo cual defendía cada opción. Lo cierto es que al final no fuimos.
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