Cuando te cortas en un dedo, te lastimas el codo o te esguinzas un tobillo te das cuenta de lo mucho que usas esa parte de tu cuerpo para tu vida cotidiana. A este tipo de cosas solo le hacemos caso cuando duelen y mientras, su dolor no nos sea palpable olvidamos su contribucion a nuestra felicidad.
Este lujo solo nos lo podemos permitir en estos casos desde mi punto de vista, ya que si cuando las cosas empiezan a ir mal, pero aun no duelen, las dejamos pasar con la confianza de que el tiempo cure esto entonces nos equivocaremos.
Por otro lado el dolor de una rodilla no se une al del codo pero el dolor del alma si se une al de la conciencia o al del corazón en un único dolor.
Un dolor que no se puede atajar con el tiempo, un dolor que mina tus posibilidades físicas, que te hace sentir como un trapo de cocina sucio.
Cuando pienso en el tiempo que perdemos esperando a que ese dolor se ataje por si solo descubro que lo único que en realidad hago es intentar evadirme como un cobarde de todo lo que me hace daño y no afrontarlo como debería.
Cada hombre tiene lo que se merece pero a veces no merece lo que tiene.
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